BerthaVon Suttner, primera mujer premio Nobel de la paz

Lynda A. Serres

Su vida

Entre los grandes hombres que han militado en favor de la paz…, una figura humana y humanista se revela, una mujer cuyo nombre es Bertha von Suttner nacida como Sophie Felicitas, Condesa Kinsky von Chinic und Tettau. Es una gran pacifista (es ella la que inventa el vocablo), pero también es una visionaria y pionera. El 10 de diciembre de 1905, Bertha Von Suttner es la primera mujer que obtiene el Premio Nobel de la Paz, creado en 1901.

Nació en Praga el 9 de junio de 1843, y pertenecía a una familia aristocrática de Austria-Hungría. No conocerá a su padre, Franz Michael Graf Kinsky, que fallece antes de su nacimiento. Es su madre, Sophie Wilhelmine, que le dará una muy buena educación.

Aprenderá muchas lenguas (alemán, inglés e italiano); será instruida en literatura, ciencias e iniciada en filosofía. Viajará mucho.

Procede de una familia de militares, de generales. Presencia en su juventud los horrores de la guerra, en 1886, en los alrededores del castillo de sus antepasados, en Bohemia.

Su madre derrocha su fortuna. A los 30 años, se convierte en gobernante de una familia de un rico industrial, el barón Karl Von Suttner. Allí encuentra al hijo de la familia que la recibe, el barón Arthur Von Suttner, más joven que ella, 7 años menor. Ambos se enamoran. Se ven de manera discreta. Desgraciadamente, la familia se enterará, y estará en contra de esta relación.

Bertha tuvo que renunciar a su empleo y aceptó un puesto de secretaria en Paris, en particular en casa de Alfredo Nobel, inventor de la dinamita, productor de armamentos a la cabeza de la tecnología, pero pacifista convencido. Permanecerá a su servicio cuando él reside en Paris. Aunque este periodo fue muy corto, seguirá siendo una gran amiga de Nobel, con el cual continuó su correspondencia hasta el fallecimiento del científico en 1896. Este encuentro será decisivo para él, ya que Bertha Von Suttner lo incitará a colocar su fortuna al servicio de una fundación humanitaria, la cual dará origen a los premios Nobel. La apoda afectuosamente “la amazona que hace la guerra a la guerra”, fórmula retomada unos años más tarde por Jean Jaures.

Vuelve a Viena y terminará por casarse el 12 de junio de 1876, con Arthur Von Suttner, pero en secreto. Ya que la familia estaba impactada por la libertad de espíritu de Bertha. El barón será desheredado por su familia.

La joven pareja se refugiará enseguida en Georgia, cercano a la princesa Ekatarina Dadiani Von Mingrelien donde permanecerá 9 años. Se descubren un talento por la escritura; viven de las traducciones o de la escritura de novelas populares.

Con la guerra ruso-turca, Arthur publica relatos de guerra en los periódicos alemanes, mientras que Bertha trabaja como periodista; bajo el seudónimo de B. Oulet, escribe historias cortas y ensayos para los periódicos austriacos.

En 1885, vuelven a Viena y se reconcilian con la familia von Suttner: se instalan en el dominio familiar.

Continúan escribiendo; Bertha explora el tema del pacifismo, confiando en la capacidad del hombre para ser mejor, y no teniendo que recurrir a la guerra. Publica ensayos y novelas pacifistas. Una novela editada en 1889, la volverá célebre: Die Waffen nieder! (Bas les armes), en la cual describe la guerra del punto de vista de una mujer. La novela tiene mucho éxito – será traducida en 12 lenguas y adaptada al cine.

León Tolstoi declaraba en 1889, después de leerla: “La abolición de la esclavitud vino de la Cabaña del tío Tom de Elisabeth Harriet Beecher Stowe. La abolición de la guerra vendrá de la obra de Bertha von Suttner”.

El 10 de diciembre de 1904, Artur Gundaccar von Suttner fallece en Harmannsdorf a 52 años, después de haber adoptado las tesis de su mujer.

Endeudada, Bertha vende su propiedad y se va a Viena, donde continúa a escribir.

En junio de 1904, Bertha participa a la Conferencia internacional de las mujeres en Berlín.

Viaja de un país a otro, particularmente a los Estados Unidos donde es invitada a la Casa Blanca para reunirse con el presidente Teodoro Roosevelt.

El 10 de diciembre de 1905, Bertha Von Suttner es la primera mujer que obtiene el Premio Nobel de la Paz, creado en 1901.

Muere de un cáncer el 21 de junio de 1914, unas semanas ante del comienzo de la Primera Guerra mundial, cuyos riegos fueron advertidos por ella.

El combate por la paz

Bertha militará, desde muy joven, por la paz y los valores universales. Defenderá los Derechos humanos, e igualmente los derechos de las mujeres.

Esa defensora de la laicidad será una pionera de la lucha contra la pena de muerte, el racismo, el antisemitismo, y el colonialismo.

Para la Barona, el pacifismo es en primer lugar moral: se basa en un verdadero humanismo y la creencia en el progreso humano.

Llegará a hacer una de las principales representante del movimiento pacifista, y la referencia imprescindible de todos los “amigos de la paz». Sus ideas impactarán las consciencias de los pueblos y de los dirigentes.

En 1890-1891, Bertha creó una “sociedad de la paz de Viena” (Friedensfreunde Venedig) y una sociedad pacifista austriaca, la Osterreichische Gesellschaft der Friedensfreunde, de la cual es la presidenta – función que ocupará hasta su muerte.

Durante el tercer Congreso internacional de la Paz, pronunciará en italiano, su primer discurso público en Roma, en noviembre de 1891. Durante ese Congreso mundial por la paz en Roma, es elegida Vicepresidenta del departamento internacional de la paz y funda la Deutsche Fridensgesellschaft (sociedad alemana de la paz).

Dará origen a la Federación de las organizaciones nacionales en la Unión internacional de la Paz reunida en Berne, de la cual se convierte de una forma natural la Vicepresidenta, en una época donde las mujeres no eran aceptadas en las instancias.

Promueve revistas pacifistas e interpela los políticos y diplomáticos de cada país en relación a la cuestión de la paz.

Bertha participa a varios congresos de paz internacional. En 1899, participa a la preparación de la primera conferencia de la Haya. Será conocida por sus discursos y análisis, de la Rusia a los Estados Unidos.

Denuncia el racismo, el antisemitismo y el fanatismo bajo todas sus formas.

Denuncia igualmente los nacionalistas, los fabricantes de armas, el terrorismo y el aumento del armamento de las grandes potencias.

Está convencida que no se puede luchar eficazmente contra la guerra sin atacar sus causas profundas, la explotación económica, la opresión política y cualquiera forma de injusticia.

Militará por el desarme, y denuncia al Emperador de Alemania, Guillermo II.

Pide la creación de una Corte de arbitraje internacional para solucionar de manera judicial, los litigios entre las naciones por el derecho.

Interpela a los hombres políticos. Bertha von Suttner discute de igual a igual con todos, especialmente con los grandes de este mundo: el belicoso Guillermo II de Alemania, el Austriaco-Húngaro Francisco José Primero, el zar Nicolás II, y el Presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt.

En Francia, como francoparlante y francófila, mantiene excelentes relaciones, además de Jean Jaurès, con algunos escritores como Emile Zola, Anatole France, Romain Rolland. Es este último que le permite acercarse a los valores socialistas. A veces, es llamada la Barona roja también. Sin embargo, nunca adhiere a un partido, con el fin de conservar su libertad de palabra y lo dice expresamente.

Si busca primero a ganar las élites, la Barona no renuncia a poder convencer a las masas. Durante mucho tiempo, creerá, subestimando el poder de los nacionalismos, que los pueblos aspiran a la paz y que solos los gobernantes desean la guerra.

No esconde su inquietud frente a la civilización moderna, portadora, según ella, de nuevas barbarías. Stefan Sweig la apoda en 1904 la Casandra de nuestro tiempo.

Va a fallecer una semana antes del atentado de Sarajevo y al comienzo del desencadenamiento de la Primera guerra mundial, después de haber consagrado su vida a la búsqueda de la comprensión entre los pueblos.

“Ella” seguirá siendo el símbolo de la acción pacifista.