Su nombre, literalmente, se traduce como el honorable camino del arco largo (Yumi).
El tiro con arco, dentro de las disciplinas que debía saber un guerrero samurái, es la más elevada de todas, porque aparte de una utilidad marcial posee una connotación ceremonial, como la caligrafía (Shodo) o la ceremonia del té (Cha Do, Cha no yu).
En tiempos antiguos, el tiro con arco, denominado en el pasado kyujutsu, era una práctica propia de la caza y la guerra, en la que los blancos se encontraban en movimiento, algo que contrasta con la manera en que se practica en la actualidad, que recibe el nombre de kyūdō. El objetivo principal de esta disciplina es entrenar el cuerpo y la mente mediante el movimiento que supone disparar una flecha en el momento que uno considere oportuno tras aumentar la capacidad de concentración. Además, tiene una faceta deportiva, que se manifiesta en las actividades extracurriculares de los centros escolares y en las competiciones entre particulares y agrupaciones para obtener títulos en las distintas categorías.
Recientemente, son más las personas que se aficionan al tiro con arco por la influencia de videojuegos, dibujos animados o mangas como Hirahirahyūn, que giran en torno a un club de tiro con arco.
La historia del tiro con arco se remonta a hace siglos, tanto en Oriente como en Occidente. En Japón se han descubierto arcos que datan de la Edad de Piedra, origen de ritos y ceremonias en la corte imperial y las familias de samuráis, en las que se empleaba arco y saeta.
Con la llegada del período Kamakura (1185-1333), el tiro con arco y el manejo de caballos pasaron a integrar el entrenamiento del cuerpo y la mente de los guerreros y adquirieron la categoría de arte marcial. Sin embargo, a partir del siglo XVI se popularizaron las armas de fuego, y esto se tradujo en que fuera adquiriendo un mayor papel de ejercicio espiritual. En el período Edo (1163-1868), el tiro con arco encabezaba la lista de las 18 artes marciales que los samuráis debían aprender.
El arte marcial del kyudo consiste en una técnica específica contemporánea perfilada en Japón en el pasado siglo. Un estilo único de arquería que en su moderna forma estandarizada integra las mejores cualidades de las escuelas antiguas de arquería más importantes. Aunque enriquecido con los ideales del Bushido (la vía del guerrero), el camino del arco tuvo que esperar hasta abandonar su primitivo carácter de arma —y prescindir de su utilidad en la caza y en la guerra— para refinarse y embellecerse hasta alcanzar su actual condición.
Hoy en día, la arquería tradicional japonesa presenta, por una parte, un potente legado histórico y cultural, ya que la arquería como disciplina tradicional está profundamente imbricada en el conjunto patrimonial japonés. Y por otra, su práctica posibilita el acceso a una intensa vivencia directa que puede resultar enriquecedora. De esta manera se aprecia un porte tradicional y reflexivo, y otro, activo y dinámico. Dos aspectos enlazados entre sí que determinan su particular sentido: una vía tradicional que expresa la Verdad (shin), la Bondad (Zen) y la Belleza (Bi) a través del corazón del arquero.
La evolución milenaria de esta arquería está asociada a los profundos cambios políticos y sociales que se han ido produciendo en la cultura nipona. En algunos momentos de este largo recorrido histórico, la utilización del arco pudo desaparecer y, sin embargo, se ha fortalecido el uso formativo y transformativo que actualmente promueve la arquería japonesa; esta tiene un componente de resiliencia excepcional, al recuperarse de la adversidad y recobrar un equilibrio o un sentido renovado para continuar conformando su particular historia. También alberga este concepto de resiliencia su peculiar naturaleza interna, puesto que el propio término indica la resistencia del arco que, tras su fuerte tensión inicial, recupera su forma original gracias a su flexibilidad y elasticidad. El arco japonés, confeccionado tradicionalmente con bambú, sugiere una profunda analogía, ya que el bambú es más flexible cuantos más nudos tiene, y estos pueden ser equiparables a las circunstancias adversas. Una curiosa analogía que nos indica la oportunidad que nos ofrece el arco nipón para que el corazón se transforme y comience un interno proceso formativo. Así pues, a sus circunstancias históricas se suma su singular esencia; empuñar este arco supone no solo sostener unos valores tradicionales forjados en una cultura milenaria, sino que también nos permite adentrarnos en una sorprendente y singular experiencia personal. En su empuñadura descansa el poso de unos valores enraizados en una poderosa tradición; y también nos espera una oportunidad para disfrutar de la frescura del instante.
El kyudo es una disciplina física que tiene unos requisitos técnicos muy específicos para adquirir la destreza en el uso del arco y la eficacia en el tiro.
Además de profundizar en el conocimiento de un estilo de arquería originario de Japón, el aprendizaje tremendamente activo del kyudo nos implica en un trabajo experiencial donde se unen mente y cuerpo mediante un riguroso esfuerzo personal. En este recorrido se producen una serie de procesos internos que, a su vez, contribuyen a reflexionar sobre la propia naturaleza humana. Un camino de constante perfeccionamiento, un camino filosófico en el cual no solamente se adquiere la habilidad en la destreza del tiro; pues se considera un proceso personal activo y dinámico donde siempre surge algo que aprender, algo que nos hace cambiar. Una práctica continuada que a lo largo del tiempo puede incidir en la estructura esencial de la persona y afectar la forma de afrontar la vida al ir modificando un profundo y dinámico cambio de actitud personal. Al igual que otras artes marciales, se puede convertir en un estilo de vida al darnos la oportunidad de cambiar y aumentar la comprensión del curso de nuestra historia, aportando beneficios a nuestro bienestar personal.
¿De qué manera se produce esa transformación interna?
Esencialmente porque su práctica se caracteriza por un fuerte componente de carácter atencional, donde la precisión, la exactitud y la simplicidad, cualidades genuinamente japonesas, adquieren una dimensión excepcional.
La acción de apuntar, de concentrarse en acertar a un objetivo, requiere de una intensa atención. Centrarse en lanzar una flecha hacia un objetivo es un aspecto nuclear de cualquier estilo de arquería en sí. Sin embargo, en un arte tan ritualizado, en el que cada gesto, incluso cada respiración, está estrictamente codificado y definido, en el instante en el que se dispara la flecha se introduce el riesgo del azar como parte nuclear del proceso. El lanzamiento introduce un poderoso valor: la incertidumbre en el acierto. Se dice que en el kyudo el acierto de la flecha en la diana no es realmente lo más importante del tiro, aunque esencialmente la técnica del tiro está orientada a la precisión del arquero en la acción de apuntar con enorme exactitud a una diana, una acción realizada con una elaborada simplicidad natural.
No hay que olvidar que el arco japonés ha sido un arma letal que arrastra un turbulento pasado donde se ha probado su efectividad con la muerte.
Curiosamente, también se dice que hay que apuntar, pero no desear alcanzar la diana.
En este punto, aparentemente tan contradictorio, vamos a centrarnos, en la ecuanimidad del arquero respecto al acierto, en la actitud equilibrada y constante del arquero a lo largo del tiro, en la imparcialidad del juicio. El arquero apunta desde el centro de su mente-corazón (kokoro) y es ahí donde se produce su mayor impacto.
Independientemente de las técnicas en las cuales se desarrolle, la práctica de mantener una atención constante, sin distraerse, se considera una capacidad humana básica.
Cultivar a través de la atención un fuerte poder de concentración hacia una acción que se está realizando nos permite ser más conscientes. Se convierte en un factor esencial en cualquier proceso de aprendizaje y, al igual que en otras disciplinas, cuando se trabaja de manera unificada con la mente y el cuerpo, produce unos resultados.
Orientar adecuadamente la atención puede incidir en el rendimiento de la persona y aumentar la calidad en la ejecución del tiro, además de generar beneficios personales.
No debemos confundirnos con el Yabusae, que es el tiro con arco a caballo, ni con el Kyujutsu, que es únicamente la técnica del tiro. Se estima que existen aproximadamente medio millón de practicantes del kyūdō; es practicado por hombres y mujeres de todas las edades.
El yumi (arco japonés) es excepcionalmente largo (con aproximadamente dos metros), superando la altura del arquero (kyūdōka). Los yumi son tradicionalmente hechos de bambú, madera y piel, usando técnicas que no han cambiado en centurias, aunque algunos arqueros (particularmente aquellos novatos en el arte) pueden llegar a usar yumi sintéticos (madera laminada y forrada con fibra de carbón o vidrio). Incluso avanzados kyūdōka llegan a usar yumi que ya no están hechos de bambú debido a la fragilidad del bambú en climas extremos. «Ya» (flecha) eran tradicionalmente hechas de bambú, emplumadas, ya fuese con plumas de águila o de halcón. Muchas siguen siendo hechas con bambú hoy en día (aunque hay excepciones) y las plumas son en la actualidad obtenidas de especies que no están en peligro de extinción, como pavos o cisnes. Cada «ya» tiene un género (masculinas ya se llaman haya; femeninas ya son otoya); creado de las plumas de los lados alternos del ave, haya giran conforme a las manecillas del reloj y las otoya del lado contrario. La haya es la primera en ser tirada.
Los kyūdōka llevan un guante en la mano derecha, llamado yugake. Hay diferentes estilos de yugake, pero típicamente están hechos de piel de venado. Los practicantes pueden elegir entre un guante duro (con un endurecido pulgar) o un guante suave (sin el pulgar).
Hay diferentes ventajas en ambos. Existen dos estilos principales de manejar el arco.
El estilo Shomen, usado por la rama Kisha y unificada, se caracteriza por levantar el arco delante del arquero. En el estilo Shamen, usado predominantemente por la rama Hosha y Dosha, el arco se levanta por el costado del arquero.
No nos extenderemos más sobre este noble arte marcial, pero lo que es indudable es el hecho de trascender y buscar la excelencia en todo lo que se hace.
Esto es lo que se denomina en Japón Takumi, se pueden hacer las cosas o se pueden hacer las cosas con consciencia, trascendentalmente. Como una vez me dijo un maestro de Taiji, no es lo mismo barrer una estancia o la calle para una persona que no ve evolución en lo que hace sino obligación o barrer como lo haría un maestro Zen. ¡Que tengáis buena puntería en vuestros honorables propósitos!
Raúl Corrales